jueves, 9 de mayo de 2013

Carta abierta a uno de la camada

Carta abierta a uno de la camada.


"Peligroso adolescente:

Reconozco que es mucho más emocionante acorralar a un miembro de una banda rival que estudiar el cultivo de las fanerógamas. Y que las actividades colectivas, pandilleras, diluyen la responsabilidad y encuentras en ellas el calor que, a lo mejor, no hallas ni en la escuela, ni en la familia. Pero esto es un sueño pasajero, porque no conoces a ningún tipo que, a los cuarenta tacos, actúe en pandilla. Y un sueño que puede terminar en un correccional, primero; en la cárcel, después. La vida no está organizada para la pandilla, sino para el individuo. Te unes a una mujer tú solo, no la pandilla; te examinas tú solo, y solo acudes a la entrevista de trabajo, y solo tienes que hacer frente a la muerte, porque cuando muere alguien, se muere él solo, sea de tu banda o de la banda rival. Y no resucita. En los vídeojuegos, los muertos resucitan a la partida siguiente, pero en la vida real, la muerte es irreversible.

Lo siento, chico, pero esa actividad tan emocionante no tiene porvenir. Ni siquiera es valiente, porque la manada protege, y la manada es lo que más le gusta al cobarde, puesto que es allí donde se diluye su cobardía y donde puede hacerse la ilusión de ser fuerte. Sólo los valientes asumen su individualidad y su responsabilidad, y luchan con su inteligencia y con su esfuerzo en luchas más dignas y con mejores recompensas, aunque tengan una apariencia menos sensacional. Y, lo malo, encima, es que te manipulan. Los jefes de la manada, que te abandonarán a la suerte de los jueces y las penas que caigan, y los delincuentes infiltrados, que te consideran un estúpido y apasionado compañero de viaje. Desde luego, no es emocionante el estudio, ni el trabajo. Pero tampoco es emocionante pasar los días en un centro de reclusión, con la obsesión de aguardar el día de salida. Y, total, nadie va a hacer de ti un héroe, porque no eres carne de ídolo, sino de delincuente, a no ser que te separes de la camada."


Luis del VAL, sección “Carta abierta”, Programa Hoy por hoy, de la Cadena SER.

1º Señala y explica las ideas.

Procedemos a dividir en partes este texto de opinión del periodista Luis de Val, atendiendo a la organización de sus ideas:

1ª parte (primer párrafo): Reconocimiento del escritor de la diversión que produce los actos vandálicos y posterior exposición de sus consecuencias.

- Del Val empieza el texto reconociendo que las gamberradas pandilleras son más divertidas que estudiar. (líneas 1, 2 y 3)
- Pero a pesar que estas actividades pueden hacer sentir cómodo a un adolescente, luego traen consecuencias nefastas, como penas de cárcel. (líneas 4, 5 y 6)
- La vida no está organizada para vivirla en pandilla, sino para vivirla uno mismo. Hay multitud de cosas que debe hacer uno por sí solo. (de la línea 6 a la 10)

2ª parte (segundo párrafo): Descripción de la manada y de sus componentes y exposición de más consecuencias derivadas de actos vandálicos.

- Luis del Val piensa que estar en una manada es de cobarde, ya que el verdadero valiente sabe reconocer sus actos y sus consecuencias. (líneas de la 11 a la 16)
- Lo malo de actuar en manada es que en los momentos malos esta te traiciona y no te apoya. (líneas 17 y 18)
- Del Val reitera que estudiar o trabajar no es precisamente interesante, pero estar encerrado por gamberradas tampoco lo es. (de la línea 18 a la 20)
- El periodista concluye que estar en una manada y hacerse el "guay" no va a hacer que la gente te vea como un héroe, sino como un delincuente. (línea 20 y 21).

Tema: Mala conducta y actitud ante la vida de los adolescentes pandilleros.

Resumen: Hacer gamberradas en pandilla puede ser divertido y acogedor, pero las consecuencias son nefastas. Estar en pandilla anula tu libertad individual y no tiene porvenir. Actuar en estas pandillas delictivas es una actitud de cobarde, y es también una acción peligrosa, ya que en los momentos críticos la pandilla no esta contigo. Estar en una manada y querer aparentar ser "guay" no va a hacer de ti un héroe, sino un delincuente sin futuro alguno.

Comentario crítico: Estamos ante un texto de opinión escrito por el periodista Luis del Val para la sección "Carta abierta" de Cadena SER.

En dicho texto se presenta el tema de las malas conducta de las pandillas de adolescentes delincuentes y todos los problemas que derivan de ella. Hacer el gamberro, robar, no ir al colegio... te lo puede hacer pasar bien, pero al final hará de ti un delincuente sin fututo. Actuar en pandilla es una actitud de cobarde, que anula tu libertad y te hace perderte lo mejor de la vida. Ser un delincuente no es guay, no hará de ti un héroe, sino un perdedor.

La forma en que nos presenta el texto Luis del Val nos hace pensar en lo efectivo que sería que los adolescente delincuentes siguieran sus consejos. Parece un poco atrevido que al principio reconozca que hacer el gamberro es más divertido que estudiar, pero luego las consecuencias no son las misma. Del Val resume las consecuencias de delinquir con la frase: "Lo siento, chico, pero esa actividad tan emocionante no tiene porvenir". Esta idea explica muy bien lo que nos quiere trasmitir el periodista, que no es más que un consejo para que "El peligroso adolescente" abra los ojos y se plantee lo que está haciendo.

Bajo mi punto de vista, creo que una persona se forma como adulto en su adolescencia. Tal como seas de adolescente, será más o menos de adulto. Si te gusta robar, meterte en peleas, tener problemas desde cortas edades, no podrás hacer otra cosa cuando seas mayor, no te quedará nada...

En la mayoría de los casos, los padres tienen la culpa de estos canallitas. Si a un niño se le enseña de ninño una buena educación, dudo que luego aprenda otra cosa. Aunque la educación no sólo depende de los padres, sino también de los profesores, amigos... Pero debe preyectarse desde ellos. En definitiva, si todos nos preocupamos de nuestros hijos, alumnos, amigos, desde pequeño, aportando buenas influencias y ejemplos, creo que no habrá tantos pandilleros que se creen "guays", aunque evidentemente siempre habrá alguno, por desgracia.

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